Llevaba 11 años deseando volver a pasear por sus calles, disfrutar de su comida, de la famosa Orion, bebida isotónica para karatekas y mucho más. Pero sobre todo, de la felicidad que me mantiene activa unas 20 horas al día. Sí, ya he descubierto cuál es mi fuente de energía inagotable: la alegría.
Y si para ello uno un viaje espectacular, con amigos increíbles, gente maravillosa a la que conocer, explorar sus historias, compartir las mías y entrenar al límite, me convierto (y podría asegurar que nos pasa a todos) en una infinita bobina de energía libre, generando más para compartir más.
Pero vayamos por partes... porque yo tenía un plan...
La verdad es que yo ya sabía que practicar karate me da más energía de la que uso para entrenar. Así que la primera semana, con unas 4 horas de entrenamiento al día, fue omo chutarme té matcha en vena (os prometo que eso no me deja dormir).
Además, conocer a algunos pero no a todos mis compañeros, me permitió retomar el cariño por unos y ampliarlo a otros.
Como guinda del postre, mi Hermana de Armas es más social que yo todavía, así que después de entrenar y aunque nuestro hotel estaba a media hora, hablábamos con tanta gente, que llegábamos como a las 5 de la tarde cada día... Eso sí, llenicas de amor para dar y recibir.
So... Point 2 logrado: Fuente de energía infinita para mí detectada: Alegría compartiendo, Compartir con Alegría.
Algo pasa cuando entrenas karate con alguien, algo se desarrolla entre las dos personas... es una mezcla de cuidar el uno del otro y a la vez presionarnos para hacerlo cada vez mejor. Surge una hermandad preciosa, que es difícil poner en palabras, y que cuando lo vives lo reconoces al instante, porque te cambia por dentro.
Y da igual si hablamos el mismo idioma o no, porque la comunicación pasa por otros niveles.
So... Point 2 y 3 logrados: Constante disfrute de la sensación de compartir, aprender, ayudar... y recibir lo mismo.
Y faltaba el punto fuerte... Esclarecer cosas que en la rutina no me paro a mirar, porque es más fácil escaquearme que mirar profundo. Todos tenemos nuestros miedos, y cosillas, y a lo mejor el mío os parece una tontería, pero para uno mismo los más terribles son los propios. ¿Sabéis eso de querer hacer algo, que se te pase por la cabeza un millón de veces, con todas las posibles variantes, pero nunca llegar a hacerlo? Pues eso ha sido una pesadilla para mí durante años.
Y si bien en mi aventura australiana ya solté mucho lastre, con este viaje he dado unas tres o cuatro vueltas de tuerca.
Vamos, que me faltaba tirar a la basura la vergüenza, y creo que se quedó en el WC del avión. Ojalá nadie se la encuentre.
Y aunque lo cuento de cachondeo, han sido años de experiencias, aprender y soltar cosas que no sirven. Lo cierto es que yo no era así de muy pequeña. O sea, que lo aprendí, me lo creí y por tanto lo sufrí.
Por ello decidí que iba a actuar desde ese punto de honestidad e inocencia, pero no inocencia infantil, sino escuchándome a mí tanto como a los demás, comprendiendo las motivaciones que me llevan a hacer algo y filtrando lo que sí y lo que no quiero. Y si tengo esa comprensión conmigo, es fácil tenerla con los demás. Uno trata a los demás como se trata a sí mismo.
Así que más que cambiar, creo que soy más yo, honesta con lo que quiero y con dármelo a mí misma. Supongo que eso pasa por decidir que todos merecemos lo que deseamos. Que nuestros sueños son nuestros por una razón, y que si no haces daño a nadie con ellos, son legítimos. Y si hay posibilidad de dañar, pues encontramos la mejor manera para todos, pero jamás renunciar a nuestros sueños.
Nuestros sueños nos definen... Si renunciamos, si los olvidamos, renunciamos y nos olvidamos de nuestra verdadera esencia...
So... Point 1 logrado: Ámate, ve a por lo que deseas desde el corazón (no desde la cabezonería) y desde ahí, presta atención a lo que ocurre, y fluye con la respuesta que te da la vida. Y por supuesto, ¡recuerda brindar por ello!
Y ¿sabes qué pasa cuando te montas en esta onda? Maravillas, regalos para nuestros sentidos, alimento para nuestras almas...
明治神宮
Santuario Meiji, Tokio
Disfrutar de la inmensidad paseando por este bosque, creado por amor al Emperador Meiji y su esposa la Emperatriz Shōken.
Sentir la grandeza y resintonizar con la Naturaleza después del ajetreo de la ciudad.
De paso, la jaqueca que tenía de tanto asfalto se me fue a los 5 minutos de estar allí. Gracias Madre Naturaleza... siempre regalando más...
y el mejor cierre posible...
La Tumba de los 47 Ronin...
Donde se respira la paz y el respeto. No diré nada de este lugar, porque lo que sentí es para que cada uno lo viva...
Gracias Oishi Sama, por mostrar que saltarse las normas a veces es lo correcto.
Espero que haya podido transmitir al menos una pizca de lo que yo he vivido en este viaje... Lleno de alegria, de compañerismo y de reconocimiento a los Maestros, de este tiempo, y de otro. Porque todo eso hace crecer por dentro, y eso, me lo traigo conmigo para siempre (Point 4 achieved).
¿Te vienes a vivir la siguiente?
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